Los conflictos, el impacto económico del COVID-19, aunado a las condiciones meteorológicas extremas, ocasionaron que en 2020 el número de personas que sufren de inseguridad alimentaria y necesidad de asistencia urgente alcanzara el nivel más alto en los últimos 5 años, de acuerdo con el informe anual de la Red Global Contra las Crisis Alimentarias.

El informe señala que al menos 155 millones de personas en 55 países presentan carencias en el consumo de alimentos que provocan una desnutrición por encima de lo habitual, de las cuales 133 mil alcanzaron la fase más grave de inseguridad (fase catastrófica) en Burkina Faso, Sudán del Sur y el Yemen, donde tuvieron que actuar urgentemente para evitar la muerte generalizada y el colapso de los medios de vida.

Además de los 55 países con crisis que abarca el informe, más de 75 millones de niños menores de 5 años sufren retraso del crecimiento y más de 15 millones de emaciación (están demasiado delgados).

En los últimos 5 años el número de afectados por la crisis alimentaria viene en aumento, tan solo de 2016 al 2020 a lo largo de 39 países la cifra pasó de 94 a 147 millones de personas, siendo el año pasado el más grave, ya que sumó 20 millones más a este padecimiento.

Causas

Estos datos reflejan las devastadoras consecuencias de los conflictos/inseguridad, que aún son el principal factor de la crisis alimentaria en al menos 23 países. Sin embargo en 2020, el COVID-2019 desató la mayor crisis económica mundial desde la segunda gran guerra, daño que afectó desproporcionalmente las economías en países pobres y exacerbó la ya de por si frágil situación de muchas naciones, incluyendo las de países con conflictos.

“Decenas de millones de personas fueron incapaces de pagar alimento suficiente, por la pérdida de empleos y de sus ingresos, así como por la escala en los precios de los alimentos” menciona el informe.

Asimismo, las condiciones meteorológicas extremas agravaron la crisis alimentaria, por ejemplo las lluvias excepcionales e inundaciones  causaron estragos en los medios de subsistencia de muchas partes de África, Medio Oriente y el sur de Asia. En América Central (Guatemala, Honduras y Nicaragua), las tormentas tropicales, los huracanes y las inundaciones contribuyeron a un precipitado aumento de la inseguridad alimentaria aguda, que afectó a zonas en las que los hogares habían sufrido sequías prolongadas en años anteriores.

Proyecciones 2021

Para 2021 las proyecciones realizadas por el organismo siguen siendo poco favorables, porque se espera que los conflictos, los efectos del COVID-19 y la crisis económica a gran escala continúen acrecentando la crisis alimentaria, por lo que se requerirá incrementar la asistencia humanitaria.

En los países con los resultados más alarmantes, se espera que los conflictos sigan siendo el principal motor de las crisis alimentarias.

La pandemia de COVID-19 y las medidas de contención de la pandemia continuarán dañando la economía y la inseguridad alimentaria aguda, especialmente en naciones frágiles de África meridional y occidental, y en Haití. Incluso si el virus puede contenerse en algunas partes del mundo, la lentitud en la aplicación de las vacunas en países con servicios sanitarios deficientes podría prolongar las restricciones, nublando las perspectivas de una rápida recuperación económica, apunta la institución.

Además, es probable que la amenaza permanente de la escasez de lluvias y los fenómenos meteorológicos adversos sigan provocando una grave inseguridad alimentaria en muchos países. Por ejemplo, las previsiones de condiciones de sequía en Etiopía, Kenia y Somalia, junto con la persistente amenaza de las plagas como las langostas del desierto, podrían reducir la producción agrícola y ganadera, disminuir los ingresos del trabajo agrícola, restringir el consumo de la leche y los alimentos, aumentar los conflictos basados en los recursos y en los precios de cereales en el Cuerno de África.

“La pandemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto la fragilidad del sistema alimentario mundial y la necesidad de sistemas más equitativos, sostenibles y resilientes para alimentar de forma nutritiva y sistemática a 8,500 millones de personas para 2030. Es necesaria una transformación radical de nuestros sistemas agroalimentarios a fin de lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”, concluyó la Red mundial contra las crisis alimentarias.

 

Redacción: Miguel Ángel Delgado, Analista Económico de la AARC.

Fuentes: FAO, Red mundial contra las crisis alimentarias

 

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